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Los interlocutores no-válidos (I)

Actualizado: 21 nov 2020

Parte I - El terreno desigual


Por Lina Cabrera //


Hace unos meses vi a un hombre en el suelo suplicando por su vida mientras dos policías lo reducían. Indefenso, pedía misericordia. Unas horas después falleció porque tenía siete fracturas en el cráneo. Ese video me recordó otro que vi hace un tiempo, el de un juicio de restitución de tierras, donde un juez le preguntaba a una mujer víctima de la violencia que reclamaba sus tierras—, la razón por la cual estaba pidiendo la restitución de un predio si esa tierra pertenecía a unas bananeras. La respuesta no convenció al juez, quien dijo que en Urabá no ha habido nunca desplazamiento, ni derecho a reclamaciones de este tipo, por tanto, la reclamante estaba diciendo mentiras. Fue tan enfático en ello, que amenazó con enviar a todos los presentes ante la fiscalía: a la reclamante, a la abogada representante y hasta a la veedora de la procuraduría.


En teoría política, un interlocutor válido es aquel que tiene un discurso estructurado lógicamente y, con este, puede defender sus argumentos por la razón y no por la fuerza. Nosotros los humanos, decía Aristóteles, no somos animalitos que producimos ruidos para expresar placer o dolor, más allá de eso, somos capaces de expresar pensamientos complejos, proyectos a futuro, análisis del pasado, etc. Bueno, en realidad no todos los humanos. Aristóteles y Platón lo definían bien, esos que pueden hablar coherentemente no son todos, por ejemplo, los esclavos no, tampoco los artistas, mucho menos las mujeres, ya que estos personajes ocupan su tiempo en hacer y no pensar. Un esclavo trabaja, así como los artistas producen en su taller y las mujeres atienden en el hogar, por tanto, no tienen tiempo para entender de política, ya que no habitan el espacio público, ellos están confinados a los espacios de su quehacer.


¿Qué tienen en común Javier Ordoñez y María René Murillo? Eran interlocutores no válidos en los escenarios en los que fueron confrontados. Ella, ante el peso de la razón y la lógica institucional, él ante el peso de la fuerza y la violencia. En ninguno de los dos casos hubo posibilidad de mediación, de interlocución, de razonamiento. Ellos simplemente no podían hablar porque el juez y los policías no tenían ni la más mínima intención de escuchar.


Evidentemente la definición de ciudadano que tenemos hoy es bastante disímil a la de Platón o Aristóteles, no por ello es más igualitaria. En la entrevista en el juzgado, la señora María René es acusada de no entender la pregunta, de ser ignorante en los procesos y también de su propia historia. Ella, al parecer no sabe lo que reclama, lo que le ha pasado, no es posible porque en alguna oficina alguien dijo que no existía el desplazamiento en Urabá. Por otro lado, en el encuentro con la fuerza policial, Javier, electrocutado, golpeado y humillado, solo alcanza a articular súplicas de dolor, no porque le faltara raciocinio, información o razón, sino porque literalmente no podía hacer más. ¿Podían ellos acaso expresar desde la racionalidad, que sus reclamos no solo eran justos, sino lógicos y válidos? Cualquiera que vea ambos vídeos puede, racionalmente, entender que todo lo que pasa es injusto, sin embargo, ¿por qué pasa con tanto descaro, semejante abuso de autoridad?


La clave reside en la autoridad, en principio la situación ya estaba decidida incluso desde antes de comenzar, el juez manda en el juzgado, el policía manda en la calle; lo interesante es que ellos no están allí para mediar, como se supone debe ser, sino que ellos son los adversarios, así que, si la pelea está en sus territorios, será casi imposible ganarla. Las personas que encarnan los sistemas, lo saben, se saben dueños de la autoridad, por tanto, sienten que en sus manos recae la espada de la justicia, ellos no creen en la justicia como un ideal objetivo, sino en su propio criterio como la encarnación de la misma.


Humanos henchidos de poder y de la babaza de la autocomplacencia, que en un momento determinado tuvieron la fugaz sensación orgásmica del poder en ejecución. En esas condiciones no hay interlocutor válido, solo está la verdad y la mentira, no existe la posibilidad de la discusión, por tanto, no existe la posibilidad de hablar. Tener la razón, no te da la razón si el campo de enfrentamiento no es un lugar neutro y los lugares nunca son neutros, sobre todo aquellos en los que se materializa el poder de los sistemas.


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