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Ironía

Por Andrés Franco //


Al verme al espejo, cada mañana, durante cinco minutos, suscito todos mis dolores, mis miedos y la poca congruencia que tengo con mi cuerpo. Al verme no puedo dejar de pensar en qué momento entraré en un capullo y floreceré diferente, quiero ser diferente. Mi cuerpo ya no aguanta estas ganas de gritar, mi alma es un alma inquieta que revolotea por mi cabeza tratando de salir sin ningún pudor, sin ningún recato. Soy solo esto: un papel creado hace tiempo por una entidad invisible que me obliga a estar sujeto a reglas caducadas, a percepciones pobres y repetir un discurso que se aleja, por millares, de lo que realmente quiero ser, de lo que realmente soy.


Hay pesadillas que siempre suelen ser como un hogar, hay palabras que siempre se comportan como balas perdidas y perforan esta tormenta que hay en mi interior. Hay cosas que tienen doble filo y circunstancias que me arrastran por el pútrido suelo de la normalidad y solo me dejo llevar: hay un silencio que no puedo romper con mi voz, hay sombras que pueden opacar mi mirada y sonidos tan perturbadores que pueden dictaminar qué soy. Solo soy aquel humo efímero de mi cigarrillo, soy aquel momento de inflexión que me permito en las noches y el deseo furtivo de no pertenecer a este lugar, a este cuerpo, a esta imagen. Pero no tengo suficiente fuerza para romper aquellos estigmas que me rodean, romper aquellas mentiras que perfuman mi vestido formal, porque no soy fuerte, soy un cobarde lacayo de deambula en el día por ideas ajenas, ideas que no logran encontrar armonía con lo que se quiere ser, con lo que se pretende ser.


Y es que no logro encontrar ese poder de resistencia, porque quiero resistir al miedo, a la imagen borrosa que tengo de mí en el espejo. ¿Entiendes? quiero gritar, sacar aquellos demonios de un suspiro, legitimar mi deseo ante los ojos de un creador que olvida, ignora e invisibiliza la diferencia, un creador sumiso ante el deseo del ser humano, un ser humano que solo crea y recrea papeles como fotocopias, que solo repite patrones a su conveniencia, que obliga a mutilarse, a entrar en arquetipos vacíos y huecos. No quiero ser parte de este juego macabro, quiero ser más que esto, deshacerme de este cuerpo, saltar por aquellos valles que crean para separarnos e ignorarnos, cantar en la noche y gritarle a la cara del creador lo que realmente quiero hacer.


Al verme al espejo, cada mañana, durante cinco minutos, deseo suscitar todo lo que quiero ser: quiero portar un vestido que, al girarlo, nazca la primavera, quiero que mi cabello se hondee por mi vida y utilizar el ocaso como corona. Quiero, al verme al espejo, no ser el desdibujo de lo que soy, en vez de eso, quiero ver el rojo carmesí en mis labios, utilizar tacones para saborear el cielo y utilizarme como mártir para la revolución. Quiero dejar este papel para que alimente el fuego, alimente los miedos corrosivos y me dejen, por la noche, en silencio, un silencio que me deje apreciar lo que soy, lo que puedo ser y lo que quiero ser.


Tal vez, mañana, al verme al espejo, me diga eso.

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